Alzó el sol
por sobre la tenue línea
de la bóveda celeste…
Bajó del pedestal la señora diputada
dirigiendo sus pasos a la sombra del poeta
a revisar –dijo- lo que está en la gaveta
que la retórica así, fallece engavetada.
Oh Diógenes!
haz versos que sean dignos de la Junta
de las letras, académica y honorable
y con el buen decir juntándote en yunta
abandona el tonel! Así sea! Más no se hable!
Versos harás que cantasen al amor
en el marco del splen estival
de la ciudad engalanada
Un himno de dicha exultante
para el etílico brindis de la tarde
Versos de placer henchidos
que fuesen dignos
de los anaqueles de cristal
de la última generación
de librerías
Mas no soy poeta de fuegos artificiales
-dijo él-,
ni de salutaciones a reinas de belleza,
no de laureles ni bibliotecas
no de premios y juegos florales
ni de empastados de cuero
ni de letras doradas
Si poeta soy
seré de los desempleados
de los sin casa
de los desesperados
de los que no son amaparados
por la mínima póliza de algún seguro;
de los que han sido dejados
por el velocísimo tren partido al futuro
De los inválidos
de los lanzados al margen
al menor descuido
De catacumbas frías
de esclusas insuperables;
de la calle, poeta
Poeta
de la fatídica ruta de la diáspora
Ella entornó hacia él amenazante
la terrible policromía
de sus pupilas aquamarinas
Apartó un mechón que caía
caprichosamente sobre su frente augusta
sin comprender un ápice quizá,
de lo que ya sabía.
Que en el mundo se puede hoy decir
lo que antes no se decía
Mostrose perpleja y en el acto se alejó
sobre la mismísima huella de sus sonoros pasos
dejando atrás a un Diógenes que quedó
en su tonel
acosado de indiferencias
Arrimado al calor del fuego que encendió
con la chispa que le dió la independencia.
torsdag 19 februari 2009
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