onsdag 17 juni 2009

Plenilunio

No soy experta en lunas
díjo ella una vez
referida al poeta español
que fue perito en aquellas

Mucho hacía que, los sables
de los generales
habíanle negado, luces, luceros, estrellas

En una noche cualquiera
olvidaba la niña su luna
que era como su abuela decía:
moruna, montuna, y cascabelera

De no cultivar la costumbre de consultar el almanaque de los periciclos de la astronomía, derivó que sorprendidas fueron no pocas sensibilidades, por la uña dorada que la última noche del solsticio rasgaba los gruesos cúmulos que bajaron por la ruta de la Osa Mayor. Era el borde de un inmenso cuchillo de luz cortando a tajos las tinieblas abruptas. Apareció la esfera refulgente bañando de reflejos dorados el lado oscuro de la tierra, en tanto que desde el bosque profundo percutía en heco el desespero de las fieras.
Duerme la urbe y sobre el asfalto resuenan pasos en caos! Es Zoraida, a quien el exilio se le reveló congénito, por lo que sólo conserva una tenue idea de la tierra de sus ancestros, lo que talvez sea la causa de la recurrencia de sus constantes desafíos a las prohibiciones del altísimo. No cubre en velo su exótica cabellera encrespada de negras sortijas. Rara vez prescinde de su estrecha minifalda negra que suele llevar puesta hasta en las tardes más borrascosas, y con frecuencia se da a templar su carácter con generosas copas de aguardiente puro.
En algún lugar ha quedado una botella vacía, lanza voces, Zoraida, que hacen vibrar a las paredes mudas. Ríe escandalosamente después de una jerigonza, luego prorrumpe en llanto desesperado, clamando a gritos la presencia de Gaírdh bel Amín, el héroe ausente de anteriores batallas de temperamento y líbido, libradas con ardor tenaz. Fija la vista con pavor en el bandajo dorado que pende de las alturas, corre por la calle ancha Zoraida fuera de sí, con el nombre de su amante hecho un heco estentóreo saliendo de una garganta profunda.
Sopla un viento premonitorio y cúmulos oscuros emborronan la refulgencia de la esfera del plenilunio. Volviendo sobre sus pasos, vuelve a correr haciendo sonar los tacones de sus zapatos como castañuelas discordantes de suela y cemento. Caen en cascadas torrentes de lágrimas sobre una palpitante turgencia; los embates de su pecho trocan en aullido sobrecojedor. Ha llegado al lado oeste del barrio, allí donde tiene su refugio Gaírdh bel Amín, quien siguiendo los hábitos del tigre, después de amar, ha buscado la soledad de su escondite recóndito.
Se planta Zoraida en los bajos de los edificios y eleva su lamento hasta estremecer el alma de los muros circundantes
La luna llena está ahora a mitad de la bóveda azul oscuro, pasan los transeuntes apresuradamente en busca de calor humano, Deja presentirse otra vez el llamado de la bestia desde la profundidad lóbrega que se despeña más allá del perímetro urbano.
Bajó Gaírdh bel Amín por la escalera del edificio hasta el piso bajo, con trémulo pulso, tomó a Zoraida por el leve talle, la condujo arriba no con pasos apresurados; acercó sus labios al oído de ella y dijo quedamente: -ven acá pichoncillo extraviado, haré para tí un lecho de plumas de cisne, sobre un piso de alfombras,bajo una carpa de mantas, para que no te agobie el hechizo irresistible, esa brasa candente, ese bandajo de oro, ese plenilunio hechicero que baja por el lado del septentrión.

fredag 12 juni 2009

No ha callado el cantor

Pobre del tirano que quiso
arrancar con bayonetas
la inapagable raíz de Víctor Jara

Moribundo erra Augusto
en la oscuridad esquivo

Huye a lo más hondo
de su oscura madriguera
y la voz del cantor,
inmensa hiedra, tenaz enredadera
por el mundo crece
lozana, imperecedera

Al sátrapa en su agonía
la justicia llama, clemencia clama
y la voz del cantor
se hizo luz de estrella
antorcha incombustible,
ardiente llama

Van los hijos de Chile
andando esos caminos
arrullando las amandas
que enviudó la soldadesca
sembrando de copigües otros campos
incendiando otras pampas con pimientos
acostándose a dormir como el cantor
en cama propia,
despertando después en cama ajena

Ya despiertos
salen afuera
Avistan el porvenir
desde nuevas madrugadas,
con un cigarrito encendido
calentándose la cara
al calor de nuevas buenas
que dicen que la lucha sigue,
que no ha callado el cantor.