onsdag 4 mars 2009

No hay escuela para María

María tiene el pelo negro y largo,
brillante como azabache estrellado;
radiantes pupilas tiene María,
pestañas inquietas:
de alas de colibrí

Porte esbelto de diez años
tiene la niña
y unos deseos inmensos de crecer
y volar de una vez por todas,
para que vea la gente
lo fácil que es
corregir el rumbo del mundo,
terminar con lo absurdo
que tiene la prensa
lo aburrido del cine,
la radio, la televisión

Por la esquina inferior del marco de la ventana
asoman una mirada incisiva:
es María
Quiere ver el talante de la, mañana boreal:
la escarcha, la pálida bruma,
los cúmulos de nieve,
los horizontes de neblina gris…

Luego vuelve a buscar la cama
No tiene prisa aunque sea lunes;
a pesar que los niños del vecindario
estén yendo en este momento
hacia la escuela,
María no vá,
no puede ir pues por desgracia
el mundo es una nave
en la que no cabemos todos,
no han sido aceptados
los argumentos de sus razones,
se le negó asilo y vive escondida,
donde no puede mirar
más allá
de un laberinto inmenso y sombrío
en rincones helados de un país umbrío
que está más allá de la mar

Filósofos
científicos y predicadores
declaran a los medios
que el desarrollo mundial
en el terreno agropecuario
permite ahora producir
alimentos suficientes
para alimentar tres mundos
como el de hoy
a lo largo de tres generaciones

Tal es la abundancia
que los ingenieros de la industria automotriz
igual que los otros
declaran a los medios
que también los automóviles
y los aviones
tienen hambre de maíz

No obstante,
no hay escuela,
ahora y aquí,
en el primer mundo
para María.

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