onsdag 5 augusti 2009

Galeote

Desde aquí veo la prensa de papeles que yacen en ese cajón, a los que en los momentos más oscuros quiero correr con la misma ansiedad que el ciervo, al agua de sus abrevaderos

Me abruma con argumentos irrebatibles, la certeza que las murallas más antiguas de la ciudad del señor al cual pertenezco, solamente podrán ser levantadas de nuevo, con el auxilio de los ordenadores

Desde la verdadera faz del hombre de Neardenthal, hasta el rostro de las víctimas colaterales del arma de exterminio en masa, podrán ser descifrados por las coordenadas electrónicas

El número exacto de los escalones del templo del Colibrí Zurdo, y los de el Señor de las tinieblas, serán revelados mediante flujos electrónicos

Y temo que al fondo de tus ojos inescrutables, me podré aproximar, sólo virtualmente, de aquí en adelante, hasta que la muerte nos lo impida

Al caer la tarde, me entrego a las sombras de la nocturnidad, acompaño un mínimo soplo de brisa que va hacia ninguna parte, entonces quedo ciego bajo esa cúpula negra que se remacha a otra más inmensa y más negra con innumerables clavos plateados que titilan el indetenible latir del profundo cosmos

Y me vuelvo silueta en un paisaje de bocetos oscuros, en donde hasta el recuerdo de tu perfil es una sombra recortada sobre un horizonte de sombras

Vuelvo a poner mi mano sobre el recuerdo de tus montañas y oigo bullir todavía el magma de tus profundidades; y cuando el neón de las avenidas tirita languideciendo ante la madrugada, oigo el bramido de tu carne que se va yendo como alguien que dice mi nombre desde la lejanía

Imagino el despertar de la conciencia humana, y de pronto: tú de nuevo, artista, obrera, campesina, una madre, una mujer simplemente; esa extraña región conformada de tierra y carne, esa mezcla de desesperanza y amor con olor a mujer a la que se da por llamar patria

Trato de pergeñar el futuro y me resultan caminos que se bifurcan sucesivamente sobre una geografía indescifrable; al final, inevitablemente, siempre tú, pero inaccesible….

Presiento el rumor del viento del océano que siempre empuja las olas en sentido contrario a la derrota de esta nave sin puerto de llegada, cuando hago el intento de frotarme los ojos, percibo el chirriar de las cadenas que me sujetan a este destino que se revela inexorable; entonces me doy cuenta, que otra vez ha amanecido

Restalla el chasquido del látigo nuevamente, y la misma voz de siempre, insistente e interminable como el sonido del mar, y vuelve a decir: Rema galeote! Rema!

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